16.12.08

LOS CABALLOS CIEGOS DE MARILUZ ESCRIBANO.

El día 21 de octubre de 2008, tuve el placer de asistir a la presentación del libro Los caballos ciegos de Mariluz Escribano en el Círculo de Bellas Artes de Madrid. La introducción corrió a cargo del editor Juan Pastor, la encantadora Remedios Sánchez y el erudito Gregorio Salvador.
Desde este blog recomiendo encarecidamente este libro. Es un librito de cuentos que apasiona por su delicadeza, por su ternura y sencillez. Una “escritura artística, llena de elegancia, originalidad y exquisitez” que “se ha convertido en una circunstancia poco habitual en estos días en los que se acaba poniendo negro sobre blanco hasta las mayores nimiedades”, corrobora Remedios Sánchez. Y tiene mucha razón. Estos 30 cuentos rebuscan en los sentimientos más escondidos, en nuestros recuerdos (algunos vividos y otros simplemente intuidos) pero todos reales, contados con el virtuosismo de una experta, a la que deberíamos tener como ejemplo todos y cada uno de los que nos dedicamos a escribir.
Sus cuentos me entusiasmaron y me conmovieron y cuando terminé de leerlos me pregunté si el panorama literario está preparado para este tipo de literatura, quiero decir, para la bien escrita, para la auténtica literatura, sin ánimo de notoriedad, sin petulancias, sin intenciones comerciales.
Hoy me siento optimista, pienso que siempre habrá un hueco para Mariluz Escribano así que confío en que continúe y espero pacientemente a su próximo libro.

27.8.08

ARTÍCULO EN EL PERIÓDICO GRANADA HOY


La Alhambra interpretada en la revista 'EntreRíos'
La publicación granadina edita el número doble 7-8 dedicado al Palacio Nazarí con autores de las tres religiones y de la talla de Antonio Gala o Andrés Soria Ortega
Sara G. Mendoza / Granada Actualizado 22.08.2008

En el 175 aniversario de los Cuentos de la Alhambra de Washington Irving, la revista granadina EntreRíos estrena un nuevo número dedicado al palacio nazarí titulado La Alhambra, el Palacio. Busca proyectar la ciudad a través de sus páginas. El doble número 7 y 8 nace bajo el patrocinio del Patronato de la Alhambra y Generalife , cuya directora, María del Mar Villafranca dice de los contenidos que "devuelven una Alhambra interpretada por sensibilidades muy diversas y ricas que nos acercan a otras visiones que tienen la lucidez del universo de las musas".Va destinada a todos los interesados en la arquitectura musulmana y especialmente en el palacio rojo. Cuenta con un elenco de autores de la talla de Antonio Gala, Cristina Viñes o Andrés Soria Ortega. Hay textos de académicos como Emilio Santiago Simón, otros de investigación como los de José Antonio González Alcantud, profesor de la Universidad de Granada o Juan de Loxa; también poéticos como los de Salvador López Becerra o Mohamed Chakor y narrativos como los de Karima Toufali. Cabe destacar los textos en judío sefardí de Moshe Shaul, que rescata ese español que los judíos se llevaron de España en el siglo XVI y aun conservan como lengua familiar.Pero esta revista no es sólo para los grandes genios de las letras, sino que "presenta una apertura absoluta para todos los autores que tengan interés en publicar cosas valiosas y autores noveles que tengan textos de calidad", afirma Mari Luz Escribano, directora de la publicación. José María García Linares, es uno de estos autores jóvenes que acoge la revista. Se consigue así dar voz "a los que lo tienen más difícil y hacerlo al lado de autores de reconocida trascendencia que van a dar cobertura a sus textos".Carolina Molina, escritora madrileña y colaboradora en este número, es conocida por sus novelas históricas ambientadas en la capital granadina. La luna sobre la Sabika, Mayrit, Sueños del Albaycín y el próximo estreno de Las cuatro vidas de Ilíberis, son algunas de las novelas que esta autora recrea en la ciudad. "Me siento muy vinculada a Granada, fui la primera vez en 1995 para hacer la ruta lorquiana y me quedé encantada con Granada, porque me di cuenta que la ciudad tiene mucho que contar."Para ella, la Alhambra es "como un sueño, algo mágico". Y tal vez por eso, el palacio rojo será el escenario de la próxima novela que aun está 'cocinando': Los guardianes de la Alhambra. Ambientada en el siglo XIX., trata sobre los cambios que sufre la Alhambra desde que la abandonan los franceses hasta el incendio en 1890. Del fallecido Andrés Soria Ortega está La Alhambra en la historia. Un texto inédito que escribió en 1964 y que nunca llegó a publicar. En palabras de su hijo, Andrés Soria Olmedo: "la muestra puede ser representativa de la prosa y la forma mentis de un escritor y profesor granadino ante el palacio de su ciudad que puede interesar y que a mi me emociona".

LOS OTROS ESCRITORES QUE RECOMIENDO

ÁNGELES PRIETO BARBA.
Me llamo María Angeles Prieto Barba, natural y residente en Cádiz, licenciada en Historia por la universidad de Cádiz y tengo cuentos publicados en la prestigiosa revista Clarín de Oviedo y en varios blogs. Con este cuento conseguí el segundo premio este año en el certamen de relatos cortos "Ciudad de Huesca".



MIÑONES DE HUESCA

¿Qué te cuente cosas de la guerra, chiquilla?, pero si con ese cuerpo que te hemos dado, niña, lo que deberías es irte a pasear el palmito o poner la enramá en la ventana, ¿qué haces aquí metida en casa, escuchando a una vieja?, no, no me digas que te lo pasas mejor conmigo, ni me lo jures. Porque de una pieza te vas a quedar cuando te diga que, con los años, la memoria revoluciona lo que fue nuestra vida, nos cambia hasta el lugar o el sentido del tiempo, que si me pides que te hable de la guerra te digo que a mí se me han olvidao, pero del todo, la bombas, el miedo, la sed, que sólo puedo recordar una mañana tan bonita como ésta, con su sol dorado, poquitas nubes y un olor de la mar que inundaba toda la Alameda por la que desfilaba Delfín, tu abuelo. Que allá iba él, con los ojos grises y orgullosos, ese pelo revuelto que cortaba el aliento, las piernas largas y una planta que me quitaron, pero del todo, el sentío desde que lo ví.
¿Sabes?, yo con tanto libro iba para monja, o eso creía... ¿está por ahí tu madre, esa beatona?. ¿Se fue ya pa San Lorenzo?, pues mejor... Porque después que el minón de tu abuelo se fijara en esta tonta y me dejara de una pieza, a mí se me quitaron las ganas de tanta lectura de sermón, y tanto rosario, que ni concentrarme podía, sólo tenía la cabeza para soñar con la noche en que pudiera refregarme, como una gata, contra ese cuerpo divino.
Y yo allí en el balcón mirando porque me llamó mi madre, en esa Alameda bonita por la que pasó el general Solano, que dios guarde, después el Teniente de Campo José de San Martín, el independentista, al que mal rayo parta, y luego tu abuelo Delfín, el más guapo de tós y ya sargento, al frente de los treinta voluntarios aragoneses, con esa tamborada suya tan imponente, que eran la avanzadilla, los más valientes del cuerpo, los que más tarde se partieron el alma por defender Cádiz y salvar la Patria contra el francés.
Tu abuelo era de Huesca, que por eso luego nos venimos aquí, y anda que no lloraron ná mis padres cuando nos fuimos... No te vayas, que te vas a morir allá arriba de frío y de pena, me decían. Pero quiá, que nosotros sólo somos más oscenses, más andaluces y más nosotros mismos, cuando estamos fuera, cuando estamos lejos. Que luego siempre fui feliz en esta Huesca bendita. Y aquel abuelo tuyo y yo, que sólo vernos en aquel balcón florío y ya estábamos juntos, allí en Cai o aquí en Huesca, que no podíamos dejar nunca de pensar el uno en el otro, pero sin hablarnos, pues en aquella época no se podía... Bueno sí, que luego en la casa de tu abuela me acordé de Manolita, una fresca de la calle la Palma, que salía con otro de las alpargatas miñoneras, otro aragonés con esas cintas negras hasta el tobillo y pallá me fui a que me contara... ¿Sabes, niña?, cuando estás enamorá haces lo que sea, bajas hasta los mismísimos infiernos con tal de enterarte de todo lo que puedas sobre el hombre que te interesa. Nada te detiene, ni siquiera te arredra el dolor de que ande enredao con otra. ¡Anda que no era viva la tal Manolita!. Tó el ejército desfiló ante ella. Que Mesalina, la del emperador Claudio, a su lao, ¡una malva!, y yo, una niña bien, que hasta clases de piano tenía, pallá me fui, sin que se enterara mi madre, a preguntarle, a saber cómo podría arreglar lo mío con Delfín... Y no, a tu abuelo no se le conocía novia formal, sólo rollos con alguna lianta de baja cuna. Total, que pan comío para mí, mocita como era, porque los sargentos con pelanduscas no se casan, al menos en aquella época. Y los aragoneses, toavía menos.
Más cosas le saqué a la tal Manolita, sobre tó el recorrío militar que tenía que hacer tu abuelo todos los días pa escoltar a San Martín. Y allá me fui, del brazo de Manolita, a darme con él el encontronazo de mi vida, más bonita, arreglá y alegre que las castañuelas del tablao. Delfín era un mozo bien plantao pero muy triste, con unas ojeras grandes que le llegaban a las mejillas y unos silencios y unos suspiros... de Huesca era, ya te digo. Que enterrador parecía. Y ya te puedes imaginar el contraste. Menos mal que entonces yo, como niña bien, era más calladita y formal que ahora, así que sólo me quedé mirándolo y él a mí, muy, muy fijo. Pero tu abuelo no se arredró, no se quedó callao, ni se anduvo con chiquitas: Niña, me dijo, que si viene mañana por este paseo, me gustaría tener unas palabritas con usted y conocerla mejor. Así de claro me habló y por derecho, ¡anda que no era nadie el aragonés!. O el hosco, como lo llamó siempre mi madre, y su suegra.
El novio que entonces tenía Manolita, Jorge el “arrojao”, compañero de Delfín, era un majara de cuidado, un punto y aparte, siempre estaba con bravuconadas: que si yo voy a hacer esto o lo otro, que si tengo que ascender, iba muy sobrao. Pero llegó el momento fatídico, el 30 de mayo de 1808, día de San Fernando, que no se me olvidará en la vida, y llegaron las noticias de que se llevaron al Infantito, mataron los mamelucos a un montón de madrileños y se habían constituido Juntas Patrióticas pa echar de España a los gabachos. Y ese general Solano, tan cobarde, que no decía ná, ni mú ni má, porque estaba la flota francesa ante nuestras costas, no nos fueran a bombardeá. Y toda aquella gente que se enfadó y arremolinó frente a su casa para echarlo, amigo del francés, traidor, vendepatrias, de tó le llamaron, hasta novio de Napoleón, le dijeron, y que saliera, que diera la cara en el balcón ante el pueblo, como capitán general en jefe que era y declarara, de una vez, la guerra. El caso es que no lo hizo, no firmó ná, y la gente se calentó mucho más y asaltó el cuartel de artillería y entraron en la casa, pa matarlo como fuera. Qué miedo pasé yo, niña, sabiendo que tu abuelo estaba allí dentro y no salía, que el único que escapó de aquella ratonera, bien pronto, fresquito y muy ileso, fue el que sería luego don José de San Martín, gran libertador del Río de la Plata, que dios confunda.
Y yo tó el rato con el corazón en un puño, muy apretaíto, viendo de lejos aquella turba loca e insensata, pidiendo sangre. ¡Anda que si se hubiera enterao mi madre!. Pero allí dentro estaba mi Delfín y allí me quedé, rezando, que hubiera partido los Cielos, golpeado a Dios, los ángeles y hasta al diablo, de no volver a verle. Jorge también salió. Pero Delfín, tan pronto, no. “En el secreto de la casa de al lado está escondío”, dijeron, y todo era porque Juan, el hijo del carpintero del callejón los Piratas y un chivato de mierda, avisó a los agitaores de que allí, porque ese secreto lo había construío su padre, se ocultaba Solano. Y no se equivocaron, que mi Delfín, arriesgando la vía por salvar a su jefe, como un valiente, como debe ser, le había ayudao a saltar por las azoteas de una casa a otra. Y lo cogieron en la otra mansión, que lo tenía escondío una irlandesa, María Tucker, que en su mismo dormitorio tenía el secreto, el escondite de Solano, que qué valor el de aquella mujer.
Al general como te digo, lo trincaron y lo llevaron a la muerte, mientras yo miraba descompuesta por todas las puertas, por todas las esquinas de aquella plaza. Y al final vi salir a Delfín por la puerta lateral de la irlandesa, con la cara y el ánimo descompuesto por su fracaso, que había salvao la vida de milagro. A sus brazos corrí y me apartó, “quita, mujer, que luego hablamos”, mientras arrastraban a Solano a golpes y empellones, que ya la horca preparaban, pa lincharlo, desfallecío y ensangrentado como iba. Hasta que un amigo suyo, otro militar, Carlos Pignatelli, salío de dios sabe dónde, se acercó a Solano y atravesó limpiamente, con la espada, su corazón. Así muere dignamente un militar, dijo, enfrentándose aquella turbamulta que se había vuelto loca y frenética, aquel día en que pasé tanto miedo, más que en toa la guerra. Nuestro dos de mayo...
Y ese día de sangre no fue más que el primero. Que aunque los recuerdos se arremolinan en la cabeza, pelean unos con otros y es difícil no confundirse, te los contaré, no olvides que estaba muy enamorá y eso lo cambia todo: que los ojos grises de tu abuelo me ayudan a ordenarlos, me sirven de guía. Por ejemplo, no te puedes imaginar cómo se puso Cádiz cuando llegaron las noticias de lo que había pasao en Zaragoza. La gente lloraba, maldecía, clamaba a los cielos. Hasta los curas gritaban en los púlpitos sin problemas que matar a un franchute no era pecado, imagina. Que los de Francia nos los quitaron entonces tó: la casa, la hacienda, las mujeres, la familia, la vía. Y la honra, añadía mi Delfín, que no sabía cómo consolar a su amigo Jorge, desesperaíto que estaba porque en el sitio de la capital, en Zaragoza, le habían matao a su hermano y dos sobrinos.
A tu abuelo y a su amigo entonces, por su valor y experiencia y para mi desgracia, los destinaron luego al castillo de Puntales, el sitio más peligroso de toda la ciudad a fin de que mantuvieran a raya todos esos barcos que vinieron a tirarnos unas bombas hermosas como melones, tan grandes que eran. Que cuando explotaban lejos, muchas mozas nos lanzábamos a coger trocitos de la metralla, bien calentitos, y nos hacíamos bigudíes pa tener más rizos en la melena, entonces muy vistosas, que nos recogíamos con unas madroñeras largas, adornás con flores. Ya ha pasado la moda, como todo, pero estábamos bien guapas en aquel Cádiz tan animao con la guerra, al que los patriotas venían a refugiarse, donde se hablaban muchas lenguas del mundo, donde el amor y la muerte, por toda la ciudad y en aquel tiempo, iban uníos y de la mano. Como ocurre en los lances más importantes de la vida, igual.
Y entonces Jorge, que yo creo se volvió loco a consecuencia de lo afectao que estaba por lo de Zaragoza, a diario hacía la ronda dando el espectáculo. ¿Qué te crees que hacía, ese aragonés?. Sí, de la ciudad de Huesca, también. Que nos empezaban a bombardear toa la flota francesa allí concentrá, ante Puntales, y él dejaba el destacamento como si ná, y le dio por irse a correr solito, de un lao para otro por encima de la muralla del castillo, pa gritarles cobardes, darles un corte de mangas, demostrar que no nos daban miedo las muertes que traían aquellas bombas. ¡Y cómo animaba a las tropas aquel valor, por mi madre!. Medio Cai iba a verlo todas las mañanas, jaleando su furia, su coraje, su constante tenacidad. Menos mal que yo no me encontraba allí la mañana que ocurrió, sino en casa con mi madre, porque de haber estao no hubiera podido apartar aquel espanto de la mente. Que un día una bomba le dio de pleno, mientras corría, y le arrancó toda la cabeza, mientras que el cuerpo, por unos instantes, siguió corriendo a lo largo de aquella muralla, como si fuera un pollo, pa dolor y espanto de los allí congregaos. Y mi Delfín no lloró, pese a lo triste, que le tocó recoger con un trapo aquella cabeza del amigo suyo, toa destrozá, abrazarla y, de pocas palabras como era, proclamá que ahí llevaba a un valiente de Huesca, que lo sepa el mundo. Y lo supo Cádiz, que hasta en la prensa salió y en los púlpitos, pues nos fuimos a rezar, todas las mujeres, tres novenas a San Lorenzo, por su bendita alma valiente e insensata que dios guarde. Y se hartó de llorar por Jorge la Manolita, que hasta a monja llegó a meterse, porque no nos decía ná, pero le había cogío cariño y lo quiso mucho.
No, no tó fue tan triste, moza, que si no, no hubiéramos podío aguantarlo. Que tó el mundo salía a la calle cuando no había bombas y hablábamos de cambiar esto y aquello, de quitar de una vez a los malos gobernantes, los que siempre mandaron, tan ladrones como ese Godoy que nos había deparao tanta desgracia y ya era hora, pues tan torpes no éramos, de que empezáramos a mandarnos nosotros mismos. Bueno, quiero decir los hombres, que las mujeres no contamos pa ná en asuntos de Estao y de política, como bien sabes. Ahora que... sin nosotras, esa guerra no se hubiera ganao, bien lo saben ellos. No, no sólo por Agustina de Aragón, que era de Barcelona, es que en toa la piel de toro hubo hembras ansí, como ella. Por ejemplo, estaba Angustias, la de Chiclana, a la que no se le ocurrió otra cosa que mearse en medio de la plaza de su pueblo encima de la bandera de Francia. La mataron, claro. O la otra, Paca la Cantaora, que cuando estábamos en medio de una opereta, en el teatro de Cádiz, tronaron las bombas y dimos en el palco un bote, asustaítos como estábamos, y ella cantando, tan fresca, aquella jota que luego se haría tan famosa: “Con las bombas que tiran los fanfarrones, se hacen las gaditanas tirabuzones”. ¿Qué, qué no era una jota dices?, Claro que sí, niña, que yo he estudiao música, era una jota sólo que más rápida, al estilo de allí, lo que luego se dio en llamar alegrías de Cai.
¿Y aquel día, tras mucho discutir, cuándo se proclamó la Pepa?, anda que no lloraba ná tu abuelo, que se emocionó muchísimo cuando vino Isidoro Antillón, aquel señor tan listo de Teruel, que conocía a Delfín y había estao en la Junta de Defensa de Zaragoza y le contó el destino que habían tenido los amigos. Que algunos se salvaron, claro que sí, y allá se fueron al Monte Perdío, con el frío y todo, a continuar la guerrilla. Pa que te quede claro quien ganó aquella guerra, que fue el pueblo, niña, el pueblo. No los poderosos, los grandes, los nombres propios que tós conocemos: La ganamos nosotros. Llovió mucho ese día de la Pepa, se abrieron los Cielos y hasta tronó, que allí en Cádiz es muy raro, ese 19 de marzo de 1812, cuando llevamos a pasear, en procesión como si fuera una Virgen, aquella bendita Constitución española de los liberales que además recogía arreglar lo de las libertades históricas de Aragón, entonces perdías, que bien orgulloso estaba su abuelo, aunque yo no entendía ná de libertades, ni de todo eso.
La historia de nuestros amores, sin embargo, no fue tan sencilla, porque no contaba sólo el cariño que nos teníamos tu abuelo y yo, había entonces que tener la aprobación de nuestros padres, y bueno, de los de Delfín podíamos olvidarnos, que a ver quien era el guapo que subía hasta Huesca y regresaba a Cai después, con tanta tropa francesa por los caminos, pero los míos... Tu abuela se le opuso con toda su alma, hecha una fiera, porque decía, y con razón, que Delfín me llevaría muy lejos de ella y que eso no lo iba a poder soportar, ni yo tampoco. Ahí se equivocó, que aquí soy feliz, que ya soy de Huesca. Que, aunque somos pocos, adónde vamos la liamos, nos crecemos y distinguimos como gente formal, a la que le gusta hacer siempre bien las cosas.
Que tenía ojeriza mi madre a Delfín, eso te lo aseguro. Ella no consentía verlo como lo veía yo, tan valiente, callao y cabal, como un hombre verdadero. No, ella sólo miraba sus ojos tristes y montaba cuchufletas, a ese novio tuyo tan apenao no me lo traigas al patio, me decía, que se me apaga hasta el sol de la mañana, que, a su paso, se amustian tós los geranios. Que todo el rato estaba mi madre con que tienes que dejarlo. ¡Y la vida que te va a esperá como mujer de militar, cuántas fatiguitas!. Bueno, ahí tenía razón y ya me había hecho yo a esa idea: mal pagaos, no reconocíos, nunca seguros en ninguna parte, traslados de residencia cada poco, metíos en mil y una refriegas a gusto del besugo que les mandara, que militar español siempre fue una ruina, que había que ser muy insensato y muy entero pa ganarse la vida con eso. Qué mira la Frasquita Larrea, me ponía como ejemplo, esa señora tan lista de la calle Ancha, toma nota de que, con tó el cortejo que le metió el americano ese, el tal Bolívar tan guapo, siempre recitándole poemas bajo su balcón, le dio calabazas pa casarse con un viejo alemán mu feo y dedicado a los negocios. ¡Pues anda que no le va bien!, añadía.
Y.. ¿qué quieres que te diga, niña?, que todos esos latiguillos de mi madre no caían en saco roto y yo le daba vueltas a la cabeza, ¡pa qué te voy a engañá!. Que mi Delfín era muy listo y apañao, que estaba segura que podría salir adelante en tó aquello que se metiera, que era mu firme, mu cabezón y tozudo. ¡Anda que no me costó ná meterle en vereda!. Yo le decía, pero ya al final, Delfín, cariño, mira que cuando acabe la guerra soldaos va a haber a patás, que el país está destruío, que hay muchos muertos, que todo anda muy mal y habrá muchas cosas que hacer. Que si montamos una tienda nuestra, un ultramarinos si quieres, podemos vivir tranquilos pa siempre. Y él que no, que había que luchar, que hasta que no se muriese Napoleón aquí en Huesca, porque ya habíamos decidío que nos veníamos a Huesca, íbamos a estar en peligro siempre. Totá, que en él tuvieron que luchá su cariño por mí y su vocación de valiente, con mi madre en medio dando la lata todo el tiempo porque su hija, con un militar, no se casaba ni por encima de su cadáver.
Ya te digo, chiquilla, tu abuelo un cabezón, como tós los aragoneses. Y un romántico, también. ¡Qué cosas tan bonitas me decía cuando la guerra, niña!, ¡a ver si encuentras por aquí otro igual!. Tú, Angelina, susurraba tu abuelo, mírame, mírame siempre con esos ojos rasgaos y oscuros de andaluza que tienes, que eres mi cierva blanca, mi señal, mi augurio feliz, que me siento un Sertorio y si tú me miras no me pasará ná, que eres mi destino y mi suerte. ¡Ay!, ¡qué cosas!, ¡cómo pa no está enamoraíta perdía!.
Y luego, cuando vinimos aquí, a Huesca, a quitá carámbanos de hielo de las paredes, no te puedes ni imaginá cómo había dejao tó la guerra. Que fue por fin, ya instalaos aquí, cuando tu abuelo se dio cuenta de que había que arremangarse y levantá esto, esta preciosa ciudad que había perdío tanta, tanta gente. Porque se casó conmigo como aragonés y militar que era, digo que sí, que con él no pudo en Cádiz ni mis consejos de antes, ni su suegra. No, lo que le decidió cambiar la profesión fue llegar aquí, ver cómo había quedao todo esto, la penita que daba verla, con lo que había sío Huesca y su gente. Y sí, un ultramarinos montamos, “La Confianza”, como le sugerí yo, que se me concedió también ponerle nombre, como niña andaluza, afortuná y privilegiá que era. Muchos trabajos y fatigas pa levantar el negocio, claro que sí, pero yo siempre fui alegre y no me quejé y ya tu abuelo también sonreía al nacer tu madre y tus tíos, y la gente entraba a la tienda y acudía, pa comprar las avituallas y escuchar mis historias...
Pero.. ¡ya está bien!, a salir, niña, aunque sea con el Lucas Mallada ese que te tiene sorbío el seso, ¿qué?, ¿qué no le gusta a tu madre?, pues mejor: porque ese, ¡ese seguro que es el bueno!.

(Nuestro agradecimiento a la organización Bejopa y a Oscar Sipán por su publicación en este blog. )

6.6.08

LIBROS MUY RECOMENDABLES PARA CONOCER LA HISTORIA DE GRANADA:

(Si quieres saber más pincha en el título)


-Grabar, Oleg, La Alhambra. Iconografía, formas y valores, (1978), Alianza Forma, Madrid.
-Eléxpuru, Inés, La cocina de Al-Andalus, (1994), Alianza Editorial, Madrid.
-Almagro, A, Orihuela, A y Sánchez, C, Granada, plano guía del Albayzin andalusí.
-Arié, Rachel, Historia de España, España musulmana S VIII-XV. Dirigida por Manuel Tuñón de Lara, 1984, Labor, Barcelona.
-Castilla Brazales, J y Orihuela Uzal, A, En busca de la Granada andalusí, Ed, Comares, Granada, 2002.
-Acale Sánchez, Fernando. Plaza y paseos de Granada. Universidad de Granada/ Editorial Atrio. Granada. 2005.
-Barrios Rozúa, Juan Manuel. Granada, historia urbana. Ed. Comares, Serie Granada. Granada 2002.
-Barrios Rozúa, Juan Manuel. Guía de la Granada desaparecida. Ed. Comares, Serie Granada. Granada. 2006.
-Gómez-Moreno, Manuel. Guía de Granada. Universidad de Granada. 1998.
-Moya Morales, Javier. Obra dispersa. Compilación y estudio preliminar Instituto Gómez-Moreno de la Fundación Rodríguez Acosta. Granada 2004.
-Sotomayor, Manuel. Cultura y picaresca en la Granada de la Ilustración. D. Juan de Flores y Oddouz. Universidad de Granada. Granada 1988.
-Sotomayor, Manuel. Paseos interactivos por Granada, nuevos paseos por Granada y sus contornos (edición electrónica).
-Malpica Cuello, Antonio. La Alhambra de Granada, un estudio arqueológico. Ed. Universidad de Granada.
-Moleón, Miguel Ángel. Cuadernos secretos de Washington Irving. Ed. Almuzara. 2006.

21.5.08

ILIBERRI, CUANDO GRANADA FUE ROMANA



Determinar los orígenes de una ciudad es una ardua tarea que no sólo debe resolver la arqueología. A veces, los restos físicos de una ciudad no son hallados, pero han pervivido en la conciencia social e histórica y son ellas las que, tras su rastro, nos indican dónde debe trabajar el arqueólogo.
Así ocurrió con Iliberri, la originaria ciudad romana que con el tiempo se convirtió en Granada.
Imaginemos una colina, la del actual Albayzin, donde ya se había asentado una singular población ibérica. Ésta llamaba a su territorio Iliberri y se extendía por la zona de San Nicolás y San Miguel Bajo, hacia las orillas del Darro por medio de unas terrazas que equilibraban el desnivel de la colina. También se sabe que los íberos construyeron una muralla para proteger su propiedad.
Durante un momento de la Segunda Guerra Púnica, los ejércitos romanos tomaron conciencia de la importancia estratégica y económica de la Península Ibérica. Parece, que como luego sucedería con los árabes, el avance romano en nuestra península no fue, excesivamente, conflictivo. En Granada, los romanos se asentaron sobre suelo íbero y aprovecharon todo su patrimonio, incluido su nombre, pues la Iliberri ibérica pasó a denominarse Municipium Florentinum Iliberritanum, cuando, con el tiempo, César, le concedió el título de municipio latino.
Para los historiadores que siguieron su rastro, este municipio, continuó siendo Iliberri. Antonio Gallego Burín, en su Guía artística e histórica de Granada ya dejó dicho que conquistada por los romanos, esta población ibérica siguió acuñando monedas con el nombre, en caracteres latinos, de Eliver, Eliberri, Iliber, Iliberi, Iliberri e Ilvbiri, denominándola Ptolomeo Illiberi y Plinio el mayor, Iliberri, y a sus ciudadanos liberini. Erigida municipio, las inscripciones de los ss. I al II de J.C. la llaman Municipium Florentinum Iliberitanum y también Florentia, nombre que, en sentir de algunos escritores, podía interpretarse por ciudad florida o fructífera. Vemos, pues, que Granada usó dos denominaciones: una, ibérica (Iliberia) y la segunda, romana (Florentia), a semejanza de otras poblaciones importantes…”

Iliberri se identifica con los romanos, una civilización que ha demostrado siempre su inteligencia a la hora de decidir el lugar de un asentamiento. Es de imaginar que la elección de esta colina no fue fortuita y se basaron en razonamientos lógicos, era un territorio estratégico, fácil de defender y muy cercano al río Darro y a la fértil vega. Aprovecharon, como es preceptivo en toda invasión, la estructura urbanística ibérica y su muralla.
Iliberri tuvo que ser una ciudad ciertamente importante a tener en cuenta que en ella, una vez perdida la importancia romana, se celebró en ella el primer concilio católico de la historia, llamado Concilio de Iliberri o de Elvira. El profesor José Fernández Ubiña y Manuel Sotomayor han creído interesante coordinar un libro titulado El concilio de Elvira y su tiempo y a través de él vemos la importancia de los concilios que fueron el instrumento más eficaz del cristianismo antiguo para unificar sus pautas de comportamiento, fijar la disciplina, comentar cuestiones doctrinales o juzgar la conducta de determinados fieles, nos dicen. Una documentación que también nos habla de una Iliberri que poco a poco, se nos va haciendo más nítida.

Iliberri a través de la Historia.
Ya desde antiguo se era consciente de la existencia de Iliberri. No así su ubicación, que algunos historiadores identificaron con los restos arqueológicos hallados en Atarfe, lo que hoy se sabe que es Medina Elvira, una ciudad tardoromana y posteriormente musulmana. Andrea Navagiero, allá por el siglo XVI, fue uno de los primeros en relacionar a Iliberris con Medina Elvira. En Viaje por España dejó escrito: “Dicho día fuimos a Pinos Puente, que hay a tres leguas; en el camino, antes de llegar a este pueblo, en la falda de un monte a mano derecha, se ven ruinas y vestigios de una ciudad que se cree fue la antigua Iliberis, y ahora la llaman Granada la Vieja; piensan otros que Iliberis estuvo donde ahora está Granada, porque en ella se encuentran inscripciones donde se nombran los iliberitanos, pero han podido llevarse de un lugar tan vecino”.
Esta confusión no dejó de ser motivo de discusión entre historiadores y arqueólogos. Las excavaciones que tuvieron lugar en el siglo XVIII por parte de Juan de Flores, en un principio, supusieron un alto en la contienda arqueológica, que terminó como nadie hubiera imaginado, dejando a los historiadores más confusos que al principio. Sería en el siglo XIX cuando se retomaría este enfrentamiento al descubrirse los restos perdidos de una ciudad en 1848, lo que luego sería Medina Elvira y entre los periodos de 1868 y 1878, el Liceo Artístico y Literario de Granada y después la Comisión de Monumentos de Granada tomarían cartas en el asunto sabiendo que este hallazgo tendría mucho que decir del pasado.
Pocas veces se ha dado en la historia de una ciudad un enfrentamiento tan ardiente. Se formaron dos grupos, el de los defensores de la ubicación de Iliberri en Atarfe, lo que hoy se sabe que es Medina Elvira y los defensores de la Iliberri en el Albaicín granadino. Los primeros se denominaron elviristas y los segundos alcazabistas. Entre los segundos, destacaba con luz propia Manuel Gómez-Moreno González. Luego, se daría un tercer bando: los conversos, entre los que se encontró Leopoldo Eguílaz y Yanguas, que comenzó siendo elvirista y al darse cuenta de su error se volvió alcazabista.
Hoy, la historia de Iliberri no está falta de opiniones contrarias. Aunque últimamente ha despertado el interés de la arqueología, la Granada romana necesita de una profunda investigación. Los restos epigráficos encontrados, que son los únicos que nos aportan información, no son suficientes para esclarecer todas nuestras dudas. Sin embargo existen interesantes trabajos que demuestran la pasión que está suscitando en la actualidad la mítica ciudad romana.
Dónde se encuentra Iliberri.
Los restos encontrados de Iliberri son muchos pero también poco consistentes. Los que más, los documentos epigráficos, según Margarita Orfila Pons en su trabajo “Iliberri-Elvira (Granada), Ciudad romana y cristiana” han llegado a ser hasta 40, de los cuales 25 proceden del propio Albayzin. En época de Juan de Flores se encontró una inscripción que hacía referencia al foro de la ciudad y poco después se dio el conocido hallazgo del foro que relata Manuel Gómez-Moreno Martínez en su Monumentos romanos y visigóticos de Granada a la perfección. “Uno de los lugares clave, el foro, dice Orfila Pons, “el espacio cívico de la ciudad por excelencia, debe situarse en lo alto del barrio del Albaicín, entre las actuales calles de María la Miel y del Pilar Seco, según se deduce de la zona en donde se han recuperado desde el siglo XVI importantes inscripciones, y de los resultados de las intervenciones arqueológicas llevadas a cabo por Juan de Flores durante el siglo XVIII, en las que se descubrió parte de su enlosado, restos de edificios, una serie de elementos arquitectónicos e inscripciones. Ha sido posible situarlo justo en lo que era la Calle del Tesoro, hoy desaparecida y cercana al entonces llamado Huerto de Lopera, espacios actualmente insertados dentro del Carmen de la Concepción, enmarcados más o menos, al norte por la Calle Aljibe de la Gitana, al este por la Placeta de las Minas y casi toda la Calle María La Miel, hasta la altura de la Calle Camino Nuevo de San Nicolás, que los cierra al sur, mientras que el límite oeste sería la Placeta del Cristo de las Azucenas y la Calle del Pilar Seco, en cuyo tramo cabe restar del Carmen de la Concepción la línea de casas que se alinea desde la Placeta del Cristo de las Azucenas.
Todos, Manuel Sotomayor (Paseos interactivos por Granada. Nuevos paseos por granada y sus contornos), Roca, Moreno y Lizcano (El Albaicín y los orígenes de la ciudad de Granada), Rodríguez Aguilera (Granada arqueológica) y la citada Orfila Pons han coincidido en ubicar el foro de Iliberri en ese entorno.

Cómo era Iliberri.
Dice Juan Manuel Barrios Rozúa en su libro Granada historia urbana: “…cabe suponer, en consecuente que Iliberri no sería una de esas clásicas ciudades de planta reticular atravesada por el cardo y el decumano.”. Lo más destacado, evidentemente, como en cualquier ciudad romana fue el foro, con estatuas sobre pedestales e incluso, posiblemente aterrazado, a tener en cuenta los dibujos de Sarabia. Por la abundancia de columnas se imagina que debieron levantarse edificios importantes. También han aparecido restos de un acueducto donde hoy se encuentra la mezquita del Albayzin. La necrópolis se ha situado entre el Camino del Sacromonte a la Placeta de la Cruz Verde y en las cercanías de San Juan de los Reyes. También se sabe que tenían una elaborada industria artesana a tenor de los diversos hornos alfareros encontrados cercanos al Carmen de la Muralla. De las casas tenemos ejemplos claros, como los de la calle San Cecilio o el Callejón de los Negros en donde se adivinan estucos y pinturas murales. De los restos epigráficos hallados los investigadores han podido determinar cómo eran los iliberritanos. En este sentido es de reseñar el libro Personajes de la Granada romana de Miguel Jiménez Jiménez, quien elaboró un censo de los romanos iliberritanos partiendo de los restos epigráficos, las monedas han sido uno de los soportes que más han aportado a este estudio, gracias al cual sabemos que fueron personajes importantes la Gens Valeria o la Gens Cornelio. Mauricio Pastor Muñoz en su trabajo Sociedad y epigrafía en Granada en época romana, consiguió, además de contribuir a este censo aportar interesantes datos sobre la religión popular, al analizar distintas inscripciones una de ellas dedicada a la diosa Stata Mater, la única encontrada en la Península Ibérica y que hace referencia a esta divinidad. Por su parte, el Museo Arqueológico de Granada presenta una buena colección de lápidas e inscripciones halladas en el Albayzin e incluso en su Guía oficial nos recuerda que en el siglo XIV, el polígrafo y visir Ibn al-Jatib especuló en su Ihata con la posibilidad de que Iliberri pudiera haber tenido un anfiteatro para espectáculos gladiatorios.
Las primeras excavaciones y el fraude de Juan de Flores
Las primeras pistas sobre Iliberri aparecen en 1540, al encontrarse un cipo cilíndrico cerca del Aljibe del Rey. En todo el Albayzin se habían encontrado tejas, cerámicas, basas de columnas, restos antiguos que los vecinos habían reutilizados para usos muy distintos. Ánforas para comedero de gallinas o sepulturas como mesa ponderaria. El desconocimiento del pueblo llano en materia artística ha facilitado la supervivencia de algunos objetos, pero para otros, sin embargo, ha sido su sentencia de muerte. El caso de Juan de Flores no es único en Granada. Ya sabemos cómo se falsificaron y por qué los plomos del Sacromonte. Si queremos saber por qué falsificó y mintió Flores, sólo hay que leer un libro indispensable: Cultura y picaresca en la Granada de la Ilustración de Manuel Sotomayor. Con un lenguaje dinámico y casi novelesco, el autor nos traslada a la Granada del XVIII cuando Juan de Flores, beneficiado de la Catedral se dispuso a excavar en el antiguo Huerto de Lopera siguiendo sus instintos de coleccionista, pues ya en esa zona se habían encontrado restos romanos. En enero de 1754 comenzaron las excavaciones y en cuestión de una semana se encontraron las primeras muestras de que Flores no se había equivocado. La expectación que despertó Flores entre los eruditos es digna de recordar. Hacía poco que Herculano se había mostrado a los ojos de la gente e Iliberri podía conseguir ser la segunda gran ciudad oculta que veía la luz. Posiblemente por pura vanidad y por ser mal aconsejado, Juan de Flores decidió engrandecer el hallazgo falsificando obras e introduciéndolas en las excavaciones. Los ingenios que tuvo que realizar para falsificar sus tesoros son dignos de recordar. Una falsificación llevó a otra y Juan de Flores se vio inmerso en una espiral de mentiras. Finalmente, Juan de Flores y sus cómplices, fueron detenidos en junio de 1774 y condenados tres años más tarde a penas entre cuatro y ocho años de reclusión. Lo peor fue que se ordenó destruir las obras falsificadas (algunas verdaderas verían su fin inocentemente) y tapiar el foro descubierto. Desde entonces el sentir granadino es de resquemor hacia el foro de Iliberri al tiempo que se ha convertido en el objeto de deseo de todos los arqueólogos de la ciudad.

Iliberri en la actualidad.

Manuel de Sotomayor ha sido el más destacado y aguerrido investigador de Iliberri hasta el momento. En 1982 tienen lugar las primeras excavaciones después de muchos siglos de discordia. Recordemos que las falsificaciones de Juan de Flores había dejado en Granada un resentimiento unánime sobre la ciudad de Iliberri. Nadie se arriesgaba a destapar la caja de Pandora y llevar, de nuevo, a todos los arqueólogos a una eterna discusión.
El lugar donde se realizan los trabajos es el ya citado Carmen de la Concepción, antiguo Huerta de Lopera. Nadie que pasee por las calles estrechas del alto Albayzin, viendo esa tapia blanca, podrá suponer jamás que detrás de ella y bajo el suelo de esa casa, duermen los restos del foro romano de Granada. A lo largo de varias campañas, entre los años 1983-85, alumnos y profesores de la Universidad de Granada realizaron varios estudios. Es de imaginar, que por la situación en que estos restos se presuponen, en terreno privado, muy cercanos a la muralla del siglo XI y a la Puerta de las Pesas, no resultan cómodos para su estudio definitivo.
El 28 de enero de 2003, una noticia del periódico Ideal informa sobre una campaña realizada por el arqueólogo Ángel Rodríguez Aguilera, autor del libro Granada arqueológica, quien dice haber encontrado restos vinculados al foro de Iliberris. Si las excavaciones, una vez autorizadas por la delegación de la Consejería de Cultura, confirmaran la hipótesis, dice la autora del artículo María Balboa, el foro de la Granada romana podría ser reconstruido. Rodríguez Aguilera, en su libro citado, editado años antes, afirmaba que hasta el momento sólo tenemos dudosas referencias de la posible ubicación del foro, dentro del actual Carmen de la Concepción. El problema es que en 1997 se realizó una excavación arqueológica justo en este sitio y no sólo no aparecieron restos del foro, sino que además la primera ocupación humana documentada sobre la misma roca era una casa del siglo XVII. En este caso, o bien el foro escrito fue otra falsificación de Flores o se encuentra más hacia el in­terior del carmen.
No obstante, otros arqueólogos han dado por ciertos todos los testimonios que relacionaban este carmen con el foro de Illiberri. Manuel Gómez-Moreno Martínez se basó en los descubrimientos de Juan de Flores y en los dibujos de Sarabia para asegurar su ubicación. Margarita Orfila Pons, otra eminencia en el estudio de Iliberri, afirma que estos restos del foro fueron dados a conocer especialmente a través de los dibujos de Diego Sánchez Sarabia, confirmados hoy en día por el hallazgo de algunas de esas piezas molduradas, identificadas en el año 2003 al desmontar parte de una casa sita en la Calle María la Miel, nº 11, a las que se une, una vez llevada a cabo la intervención arqueológica en ese solar, a inicios del 2004, unos fragmentos de inscripciones, una de ellas honorífica.
En el artículo citado anteriormente publicado en el periódico Ideal, su autora María Balboa, concluía algo significativo Da la casualidad que el arqueólogo Ángel Rodríguez Aguilera excavó, en 1997, en el carmen de la Concepción en dos ocasiones. Aquella labor desató la polémica en ciertos sectores universitarios. Incluso quisieron impedir la investigación con el argumento de que era el lugar donde, dos siglos antes, había excavado el padre Juan Flores. Sorprendentemente, no apareció nada de época romana. Sin embargo, los opositores no quedaron satisfechos y acusaron al arqueólogo de «haber destruido» el foro. Llegaron a mantener la acusación en un congreso sobre el mundo ibérico celebrado al año siguiente. El destino ha querido que el mismo y cuestionado arqueólogo, en el mismo sitio, haya sido testigo de un hallazgo revelador. Esto nos lleva a una conclusión, que es que la arqueología no es irrefutable y que, ante todo, debe contar con la ayuda económica y política suficientes para poder desarrollarse con la debida fluidez. La posibilidad de reconstruir el foro de Iliberri se ha lanzado al aire. Sería algo inimaginable para quien después de tantos siglos se han enfrentado abiertamente defendiendo o retractando la ubicación de la ciudad romana. Sin embargo, esta posibilidad tiene algo de fantástico. En el caso hipotético de que los restos allí encontrados no hubieran sido trasladados de otro lugar o se encontraran en perfecto estado y no destruidos por civilizaciones posteriores ¿Se imaginan, lo que ocurriría, si se pudiera reconstruir el foro de Iliberri como se ha hecho con los de Roma? ¿Existirá algún gobierno lo suficientemente valiente como para acometer tal empresa?


Biografía imprescindible para saber sobre Illiberri:
-Granada arqueológica. Ángel Rodríguez Aguilera.
-El Albaicín y los orígenes de Granada. Mercedes Roca Roumens, María Auxiliadora Moreno y Rafael Lizcano Prestel.
-El Concilio de Elvira y su tiempo. Manuel Sotomayor y José Fernández Ubiña (coordinadores).
-Albayzin, solar de reyes. Gabriel Pozo Felguera.
-Cultura y picaresca en la Granada de la Ilustración. Manuel Sotomayor.
-Guía del Museo arqueológico y etnológico de Granada.
-Personajes de la granada romana. Miguel Jiménez Jiménez.
-Sociedad y epigrafía en Granada en época romana. Mauricio Pastor Muñoz.

BIBARRAMBLA, ANDALUSÍ Y CRISTIANA.






Bib al-Rambla, Bib -Ramla, Bibarrambla, así la llamaron unos y otros. Los cristianos, tras conquistar Granada, debieron sentirse atraídos por el misterio de aquel nombre, nombre raro y difícil de pronunciar. Resulta irónico que los Reyes Católicos, tan intolerantes para otras cosas, asumieran con paciencia la denominación de la plaza y así la vemos en los planos de la ciudad a través de la historia, desde la Plataforma de Bibarrambla de Ambrosio de Vico de 1616.
La Alhambra, con su omnipresencia, ha desmerecido la belleza de otros rincones de Granada. Tal es el caso de esta plaza, que no es como las otras plazas de las otras ciudades de Espana. Bibarrambla es una plaza especial y espacial, atrayéndonos no sólo desde el suelo sino desde su cielo perfilado por la imponente mole de la Catedral, la delicada figura de la Torre de la Vela o la inmensa Sierra Nevada.
Así pues Bibarrambla es una plaza para ver en todas las direcciones y desde todos los ángulos. Y no haremos mal también en escucharla, cuando, los gorriones, con su piar estridente, nos indiquen que ya llegó la tarde, el momento de guarecerse entre las hojas de los tilos.
Una plaza tan viva nos ha de parecer una plaza nueva, pero Bibarrambla es una plaza tan antigua que sus ojos vieron pasar la Historia de Granada.

Bibarrambla en época andalusí.
A juzgar por los planos más antiguos, la plaza era de reducidas dimensiones, tal vez simplemente las necesarias para albergar los puestos ambulantes de los fruteros, de los vendedores de frituras, o de los pergamineros, que cohabitaban con los aguadores y los encantadores de serpientes.
Es previsible que al establecerse en Granada, el sultán Muhammad b. Yusuf b. Nasr, llamado popularmente Alhamar, en el año cristiano de 1235, la plaza ya existiera como tal pues aquella zona había sido ya morada islámica anterior.
Con la consolidación de la ciudad, Granada, tuvo que ver engrandecer su contorno. A la muralla existente de época zirí, de la cual aún nos quedan importantes restos, se le unió otra más. A la primera de ellas se quedó la plaza pegada por el oeste en donde se abrió la puerta principal de la plaza llamada por derivación Puerta de Bib-Ramla. El arquitecto Antonio Orihuela Uzal nos recuerda que este tramo debe pertenecer al siglo XI. "De las Memoria de Abd Allah, el último rey zirí, se puede deducir que él logró cerrar totalmente el circuito amurallado de la medina para defenderse de los almorávides ".
El nombre hacía mención a un arenal muy próximo a la plaza y que transcurría hasta el río Darro, siendo circundada por otras calles que le daban la vida necesaria para convertirse en la plaza más populosa de la medina. Así pues, por su lado este se accedía al zoco dedicado a la ropa, Suq al-qarraqin, que finalmente derivó en el vocablo actual de Zacatín, y en el lado noroeste, la alcaicería, al-qaysariyya, dirían los andalusíes de la época, un mercado de especias y de sedas, de productos ricos, que absorbía un flujo importante de comerciantes y compradores.
Si dentro de la plaza es fácil imaginar el bullicio de los zocos y mercados árabes, fuera, nos encontramos con calles laberínticas surgidas de la extensión de los comercios. Calles que se cerraban de noche con cancelas para prevenir robos y pillajes y volvían a la vida por la mañana bajo la mirada impasible del Senor del Zoco, el almotacén, y de la Mezquita, cuyo muro de la alquibla se situaba frente a la alcaicería.
Muy cerca de la plaza, allá por el 1349, Yusuf I levantó la Madraza. Su cúpula hoy la disfrutamos en la calle Oficios. Y este hecho indicaba que la sabiduría había entrado en la ciudad, que se destinaba un lugar para las reflexiones de los sabios, que sin duda hacían partícipe de ella a la primera plaza de la ciudad de Garnata.
Poco a poco, los comerciantes, dependiendo de sus oficios, fueron dando nombre a las calles que la rodeaban, como la calle de los paneros, de los sederos, de los tintes, de los tapiceros...muchos de cuyos nombres han llegado hasta la actualidad.
Pero la entrada principal de la plaza se encontraba, como ya hemos dicho, en la zona oeste/ sur-oeste. En ella se abría una esplendorosa puerta que a lo largo de los siglos fue motivo de polémica. Esta es la Puerta de Bibarrambla.

La puerta de Bibarrambla.
Según Antonio Orihuela y Juan Castilla Brazales, co-autores del libro para todos imprescindible En busca de la Granada andalusí, la puerta recibió varios nombres: "...Los cristianos le habían dado de manera indistinta el nombre árabe castellanizado-Bibarrambla- y los de Puerta de las Orejas, Puerta de las Manos .v Puerta de los Cuchillos. Según se decía, los cristianos la habían llamado así debido a que en ella solían ser expuestos de manera pública los miembros mutilados de malhechores acusados de crímenes y delitos. Por lo que respecta al último de los apelativos, había versiones que lo relacionaban con las armas que requisaba la justicia, en tanto que otras lo atribuían a la existencia de la Cuchillería en las proximidades de la Puerta".
Por su semejanza con la Puerta de la Justicia de la Alhambra, los estudiosos la han determinado de su misma época, es decir, del año 1348, año de peste en Espana y en la mitad de Europa. A pesar de ello, la puerta debió lucir gallardamente en la esquina de la plaza. Así la definía Leopoldo Torres Balbás: "Se abría en una torre cuadrada. En su frente exterior ostenta un gran arco de herradura aguda hecho con dovelas de piedra franca y arrancado de impostas de piedra de Sierra Elvira. Tras este arco presenta otro escarzano, para paso del adarve, y seguía un espacio a cielo abierto. El arco de la puerta se abría a un pasadizo, dividido transversalmente, por un arco agudo de ladrillo, en dos tramos... El último arco daba paso directamente a la plaza desde el segundo tramo; pero ignoramos si ésta era la disposición primitiva, o si, anteriormente, la puerta se prolongaba formando recodo, como la de la Justicia y otras muchas musulmanas y si esta última parte fue derribada para facilitar el acceso".
El pintor inglés David Roberts la dibujó en una estampa deliciosa describiendo la simbiosis del monumento con las casas, ya por entonces, cristianas. Sin embargo, poco después, la polémica sobre la demolición de la puerta empieza a dividir a Granada. Tras largas luchas entre partidarios y detractores de tal barbaridad, el Ayuntamiento de Granada consigue la autorización para su demolición. Corría el año 1884. Y fue tal la felicidad de los vecinos cuando esto sucedió que lo celebraron con cohetes. Un lamentable recuerdo de nuestra historia que se ha repetido una y otra vez en este país. Antonio Gallego Burín se lamentaba en1919 de que las instituciones quisieran demoler el Corral del Carbón y la Casa de los Córdobas. Y otros nos lamentamos ahora de que en Madrid, en plena modernidad franquista, se colgara de una pared el cartel de "Cascotes gratis" una vez demolida la muralla islámica de la capital. Cuesta creer que no deseemos conservar nuestro legado histórico.
Por suerte para todos nosotros, el incansable Torres Balbás rescató los restos de la Puerta de Bibarrambla de los fondos de un museo y la restauró, colocándola en el bosque de la Alhambra. Hoy impresiona en la soledad de la Sabika, sólo olvidada por quien no la conoce.
Bibarrambla en época cristiana.
Los reyes Isabel y Fernando debieron elegir a Bibarrambla como plaza de encuentro de sus convecinos al no hallar en la ciudad plaza mayor. Es cierto que el Campo del Príncipe rivalizó con ella en importancia, pero muy pronto se dividieron las competencias, pasando las lúdicas de torneos y juegos de cañas al Campo del Príncipe y reservándose las corridas de toros para la de Bibarrambla.
Francisco Jiménez de Cisneros, confesor de la reina católica, debió presentir la importancia que tendría esta plaza en el futuro de Granada. De la misma manera que la engalanaron en fiestas y celebraciones, la enturbiaron con sus crueldades y allí fue donde realizó sus autos de fe y quemó ochenta mil libros de la universidad musulmana de Granada argumentando que todos eran el Corán. Bien es cierto que no mentiría, porque para él debieron ser todos coranes, incluso los tratados de matemáticas.
La Plataforma de Bibarrambla refleja, a lo largo de todas sus versiones, una plaza identificada con una pequena horca, símbolo que nos indica que sirvió de patíbulo a lo largo de los siglos. Sin embargo, "No necesariamente ha de identificarse este símbolo con los autos fe.", nos recuerda Antonio Orihuela, "La pena de muerte era muy frecuente en aquella época. En los "Anales de Granada" de Francisco Enríquez de Jonquera, por ejemplo, se documenta la pena de muerte por sodomía a mediados del siglo XVIII"
Eran tiempos de remodelación de la ciudad. Los cementerios musulmanes, desmantelados, proporcionaron nuevos espacios. Se demolió el barrio de la judería. Los cristianos deseaban plazas grandes que representaran su nueva condición de poderosos aunque también miraban por su bien económico, lo que incidió en la reorganización de los oficios. De esta manera se amplía la plaza hacia las pescaderías y las tenerías, que por aquel entonces discurrían hacia lo que hoy es el Corral del Carbón. El, por entonces, conde de Tendilla, Luis Hurtado de Mendoza y Pacheco, propietario de la mayoría de los terrenos de la plaza, negoció duramente las condiciones de la remodelación hasta que, finalmente, el Cabildo de la ciudad, terminó por favorecerle plenamente. Fernando Acale Sánchez nos dice en su libro Plazas y paseos de Granada (De la remodelación cristiana de los espacios musulmanes a los proyectos de jardines en el ochocientos): "El lienzo de muro fue derribado en punto de enlace entre la calle Mesones y la propia plaza, a pesar de la proximidad de la puerta del Arenal (es decir, la Puerta de Bibarrambla), dividiendo en dos el espacio de las carnicerías. Este arco comenzaría a denominarse como puerta de la Magdalena y posteriormente de las Cucharas". Nombre que ha
permanecido en la memoria del callejero granadino actual.
En 1583 se construyó la Casa de los Miradores. En ella se situaba la Real Aduana de especiería, la de paños y lienzos y de las alcatifas y también se destinaron en ella las oficinas del Cabildo. Edificio que se quemó en el último tercio del siglo XIX.
Acade Sánchez cita en su libro las impresiones del embajador veneciano e historiador, Andrea Navagiero, respecto a la plaza y así podemos imaginárnosla en la primera mitad del siglo XVI, como una plaza hermosa y grande, cuadrada y regular, pero un poco más larga que ancha, con una bellísima fuente en uno de sus ángulos, la cual arroja muchos caños de agua sobre una grande y hermosa pila.
La fuente a la que se refería Navagiero, debió ser la denominada del Leoncillo, que con el tiempo fue trasladada a una esquina de la plaza, junto a la calle Pescadería. Consiguieron con ello más espacio para las celebraciones habituales, sobre todo la del Corpus Christi, instaurado por los reyes Católicos en 1501 y que era de gran arraigo popular. La fuente fue demolida en 1837 ya en estado lamentable.
Es deducible que a lo largo del siglo XVIII, la plaza continúa con sus dimensiones actuales y que sus transformaciones se deben más a un motivo decorativo que a una remodelación urbanística. En 1750, se le otorga a la plaza un mercado permanente y muy pronto se llena su eje central de puestos con tenderetes, imagen que no debió de ser muy diferente de la que pintó Muriel casi un siglo después en 1834 y que se conserva en el Museo de la Casa de los Tiros. Comenta Acale: "La configuración de la plaza quedaba constituida como un mercado, en el sentido decimonónico de la palabra, al aire libre, con una serie de calles que articulaban la disposición de los puestos. En 1750 se decidió la construcción en el centro de la plaza de casillas de madera que sirvieran, dentro del marco de la Policía urbana, para tener un mayor control sobre el comercio, al mismo tiempo que proporcionaban un cierto beneficio económico a la ciudad."
Por aquel entonces, Bibarramba sólo se ve desmantelada y sufre variaciones con motivo de las fiestas del Corpus, como la famosa del 1760, tan ostentosa, que mejoraba en mucho cualquier decorado de película.
En el siglo XIX, Granada, como otras ciudades españolas, va a sufrir la fiebre urbanística, consecuencia de una mentalidad más abierta, de los repetitivos cambios políticos y de, como no, los efectos de la desamortización. Muy al principio del siglo, otra consecuencia va transformando la ciudad de Granada. Nos referimos a los incendios, que consecutivamente amenazan la belleza de sus casas y monumentos. Uno de ellos, el 19 de julio de 1809, destruye las casetas de la plaza y se propaga hacia la Casa de los Miradores aunque no sufrió daños irreparables. Otro, años más tarde, afecta a la cercana alcaicería. Las casetas de los comerciantes, inutilizadas, tuvieron que reubicarse de forma provisional en las plazas de la Santísima Trinidad y de San Antón. En 1836, y con motivo de la demolición de los conventos cercanos de San Agustín y de las Capuchinas se reubican las casetas permitiendo a la plaza de Bibarrambla que luciera, nuevamente, como lo había hecho cuando era orgullo de sus paseantes, con un gran espacio central, que sólo se vio invadido por puestos de flores en los años cuarenta del siglo XX.
Pero toda plaza debe cohabitar con un monumento. Con la demolición de la Fuente del Leoncillo se diseñó un monumento dedicado a la reciente instaurada Constitución de 1812 realizado por Juan Pugnaire, quien en 1855 dijo lo siguiente:"Todas las poblaciones tienen o deben tener una plaza mayor; la plaza de las ceremonias y de los actos públicos. Esta plaza debe ser en Granada la de Bibarrambla, por los recuerdos históricos y por su posición central".
El plano de 1894 de González Sevilla y Juan de Dios Bertuchi, nos da una imagen muy actual de las calles que circundaban la plaza. Este plano tuvo dos versiones, una de ellas, como decían sus propios autores, destinada a ser de verdadera utilidad para el extranjero que visita esta ciudad y no menos para sus mismos habitantes. Granada se convierte en un punto de encuentro de intelectuales y viajeros, seguramente animados por la imagen romántica que de ella había hecho Washington Irving.
A comienzos del siglo XX, la plaza ya no tiene miradores, ni soportales, ni fuentes. Habrían de pasar casi cuarenta años para que la plaza de Bibarrambla tuviera sus puestos callejeros de flores y otra fuente. Ésta sustituiría a la estatua de Fray Luis de Granada que había sido colocada allí en 1910. Gracias a Antonio Gallego Burín, la estatua del santo pasó, finalmente, a la plaza de Santo Domingo, donde hoy se encuentra, ubicando en la plaza de Bibarrambla la fuente que hoy la decora, la que popularmente llaman de los Gigantones.
Es fácil imaginar los años más felices de Granada, los anteriores a la guerra civil, disfrutados por sus estudiantes, por sus poetas y médicos, por sus pintores y políticos. Unos caminarían a través de Bibarrambla hacia la cercana plaza de la Universidad, otros la atravesarían para acudir a la tertulia del Café Alameda en la Plaza del Campillo. Como Federico García Lorca, el más granadino de todos los Federicos, que recordaba así las fiestas del Corpus: "Asoman los gigantes y el dragón de la Tarasca y los enanitos del Corpus. De pronto las granadinas, con sus hermosos brazos desnudos y sus vientres como magnolias oscuras, abren en la calle quitasoles verdes, naranjas, azules, entre el frenesí de las iluminaciones y de los violines y de los coches enjaezados, en un carrousel del amor, de galanterías, de nostalgia en el castillo de irás y no volverás de los fuegos artificiales"
Pero a Granada, también le llegó la guerra. Con ella se quedó Granada más sola y más triste, y posiblemente esta plaza, que rezumaba alegría, sufrió un abandono intelectual.
En los años cincuenta la ciudad sufre muchos y diversos cambios, algunos muy cercanos a esta plaza, tan céntrica, y no será hasta los setenta cuando Bibarrambla experimenta el cambio definitivo, el último que puede y debe sufrir una plaza del futuro, su peatonalización.
Ahora, la plaza más visitada de Granada es también la más buscada. Se ha dicho que muchos turistas, cansados de dar vueltas con sus coches buscando la entrada a la plaza, han aparcado sus vehículos a doscientos metros y tomado un taxi que pudiera y supiera atravesar el laberinto de sus calles prohibidas. Ni siquiera un granadino sabe cuándo cambiarán de dirección las calles cercanas a Bibarrambla y eso la convierte en una meta inaccesible y quizás por ello más preciada.
Por la mañana, por la tarde y por la noche, las terrazas de la plaza Bibarrambla o Bib-Ramla o Bib-Rambla, estarán llenas de turistas, de granadinos o de aquellos que , sin serlo, se sienten un poco de las dos cosas. Tomarán un helado si es verano o un café caliente si es invierno. Y al llegar la tarde, como todas las tardes, la plaza de Bibarrambla se llenará de estorninos y de palomas con su piar estridente, hasta que el silencio se apodere de la plaza, bajo la mirada intensa y contundente de la torre de la Catedral.

Libros utilizados:
-Plazas y paseos de Granada (de la remodelación cristiana de los espacios musulmanes a los proyectos de jardines en el ochocientos), Fernando Acale Sánchez. Universidad de Granada/Editorial Atrio. Granada 2005.
-En busca de la Granada andalusí. Juan Castilla Brazales y Antonio Orihuela Uzal. Editorial Comares. Granada.2002.
-Los planos de Granada (1500-1909). Juan Calatrava y Mario Ruiz Morales. Diputación de Granada. Granada. 2005.
-Leopoldo Torres Balbás. Crónica de la Espana musulmana. Obra dispersa. Instituto de Espana. 1981.
-En Granada ...su Granada. lan Gibson. Diputación Provincial de Granada. Granada. 1997.

18.5.08

LA FERIA DEL LIBRO DE ARANJUEZ 2008







Ayer día 18 de mayo firmé en la Feria del Libro de Aranjuez. Fueron dos horas y media fantásticas en donde me sentí arropada por todos los libreros de la villa, un aunténtico Real Sitio. Estoy segura que de allí saldrán buenos amigos. Le agradezco, su interés permanente a Julio Cerrada responsable de la Librería Ven y Lee que ha estado mimándome desde hace varios meses. Y a todos los demás, de los que recuerdo sus caras amables pero no sus nombres, también les agradezco su compañía. Desde esta página animo a visitar Aranjuez, es un lugar encantador con una larga historia.

7.5.08

SUEÑOS DEL ALBAYZIN


"Llegaron a un gran patio. Tenía grandes dimensiones, 36,60 por 23, 40 metros y en su centro una alberca, como bien corresponde a un patio andalusí. No una alberca cualquiera, sino una alberca transparente y serena, cuyas aguas límpidas reflejaban la inmensa mole de la torre principal, aún por terminar.
-Hemos querido proveerla de agua desde mucho antes de terminar la torre - aseguró el alarife-...pues su reflejo nos ayuda a completar la obra. ¿Sabrías describirme, amigo Said, qué es lo que ves?
El joven rebosaba de excitación. Sus ojos brillaban como dos perlas.
-Veo un lugar acogedor, un remanso de paz espiritual.
-Bien es cierto. Pero este patio es mucho más. Fue engendrado como ofrenda de amor a quienes lo visitarán. Nuestro sultán quería que fuera no sólo bello como la arquitectura, sino armonioso como la poesía y melodioso como la música. El agua de su alberca, tan límpida, reflejará la gran torre en cuyo interior el gran sultán recibirá a los embajadores, creando una ilusión óptica inmejorable. Esta perspectiva está muy bien estudiada. Los ojos se posan, primero, en el reflejo del agua, más tarde en la fachada de la torre y por último en el interior de ésta que se abre a la vista con siete arcos semicirculares, cuyo arco central y más grande, deja entrever el fondo de la torre y más allá el paisaje que rodea la Alhambra. Es decir, con esto conseguimos una perspectiva infinita.
-Nunca lo hubiera pensado -exclamó Said.
-La función del amante de la poesía no es analizarla sino disfrutar con ella. Así debe ser la del visitante de la Alhambra. A los lados de la alberca, pensamos poner unos setos de arrayán pues su color verde intenso combina muy bien con el rojizo suave de la piedra. Así, cuando atardezca, éste será un encuentro de colores, rojos de tierra, verde de hoja, azul del cielo, todo ello confluyendo directamente en el estanque central, rodeado del sin fin de tonos brillantes de cada uno de los azulejos que recubren las paredes del patio.
-¡No pueden existir más colores que los que estoy viendo aquí! - se maravilló Said.
-Pues los hay. Acompáñame y los verás en el techo del interior de la torre.
Hasta allí acudieron. La gran sala estaba aún por terminar. Aprovechó Jamal para examinar los trabajos que allí se consumaban, advirtiendo sobre la calidad del yeso obtenido para los artesanos.
-Habrá que añadir vinagre a la pasta del yeso...-ordenaba a su manera Jamal a los trabajadores. -Así fraguará mejor. Luego decid al calígrafo que venga a verme.
Said preguntó sobre aquella orden. Le explicó que para según qué acabados el yeso debe fraguar rápida o lentamente. Si se desea que lo haga con ligereza el truco de añadir vinagre o azúcar a la pasta del yeso facilitará el proceso. Si, por el contrario, se desea una transformación lenta, los artesanos utilizaban sal.
-¿Creías que la sala estaría decorada con oro, no es cierto? -Jamal observaba la cara de asombro de Said. Su inocencia le convertía en objeto de deseo del alarife, quien disfrutaba de poder demostrar sus conocimientos -Un palacio puede ser tan rico o más sin poseer oro ni incrustaciones de piedras preciosas. El valor del arte no se encuentra en sus materiales sino en su acabado. El yeso, rudimentario y vulgar, se transforma en el más puro encaje ante nuestros ojos gracias a las manos de los artesanos. Con una suave pintura parecerá aún más delicado. Así habremos de hacer en esta sala. Como en un atardecer, los colores se irán difuminando, de más claros a más oscuros, dando la sensación de la más sorprendente luminosidad. Ya lo ves, querido Said. La Alhambra no es el tesoro que pensabas. Hasta la mayoría de los arcos interiores son falsos, no sustentan ningún peso, sólo el de la apariencia.
-¿Cómo será el techo, Jamal? No parece muy sofisticado.
-El techo representará las partes en que se divide el Paraíso. Un perfecto artesonado de madera bien trabajada llevará al sultán y sus invitados a la gloria del cielo. Y combinados con la variedad de colorido de las qamariyya la ilusión será aún más acertada. Tal vez llamemos a la sala Sala de Qamariyya o de Comarex.
-Parece como si el sultán tuviera miedo a la belleza simple de las paredes desnudas - argumentó Said.-¿Por qué no un palacio sencillo y sin ornamentación?
-Las piedras en al-Ándalus hablan, amigo mío. ¿No te has dado cuenta que a la altura de nuestro ojos lucen esplendorosas las poesías de nuestros más renombrados poetas? Así lo quiso la Alhambra, porque a través de sus paredes nos dice lo que siente y quiere compartirlo con nosotros. Sí, querido Said, la Alhambra nos habla.
Said se había contagiado del entusiasmo del alarife. Su pecho se henchía pues le parecía que todo aquello, cuanto abarcaban sus ojos era, un poco, propiedad suya.
-Salgamos, mi pequeño...-dijo cariñosamente- Hay que dejar trabajar a los artesanos. ¡Oh, cuán bello y distinto será nuestro palacio una vez terminado, con sus esencieros, sus lámparas y sus tacas repletas de búcaros con flores!”
A Said se le pasó una ingeniosa idea por la cabeza.
-Sin embargo, yo siendo pobre, tengo algo inaccesible para la Alhambra, algo que nunca podrá tener dentro de sus murallas.
-¿Y qué es aquello, si puede saberse?
-El Albayzin."

JUAN LUIS TAPIA HABLA DE NOCHES EN BIB RAMBLA EN IDEAL

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MELCHOR SÁIZ-PARDO HABLA DE NOCHES EN BIB RAMBLA (IDEAL GRANADA)

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JESUS ARIAS PARA GRANADA HOY

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