El pasado
sábado, día 25 de enero, tuve el placer de acudir como espectadora a una
función teatral en la pequeña Sala Tu, situada en una calle madrileña muy
cercana a la populosa Plaza del 2 de Mayo. En los últimos tiempos, con la
clausura de teatros y de cines, las pequeñas salas para representación han
proliferado plantando cara a la crisis, impulsadas por algo que parece no
quedar ya, que es el entusiasmo y la vocación. En estos tiempos que corren se
nos hace raro comprender lo que rige el
corazón de los actores, esos seres extraños que se ponen en la piel de otros
ejerciendo el oficio más antiguo del mundo, que es el de la representación.
En
la Sala Tu se ofrecía una singular obra, Napoles Millonaria cuyo texto le
debemos a Eduardo de Filippo. Es indiferente que no conozcamos a este actor y
dramaturgo que fue símbolo de la “napolitanidad”, circunstancia que apreciamos
en la obra. La historia, en sí misma, tiene fuerza dramática, una actualidad pasmosa
y sobre todo, ofrece grandes posibilidades para los actores. Supongo que todo
ello habrá llevado a elegir esta obra a Paco Vidal, un magnífico actor y ahora comprobamos
también, excelente director.
El actor y director Paco Vidal con los actores masculinos de la obra. |
Dieciocho personajes
interpretados por once actores. Que todos ellos sean jóvenes no impide que
presenciemos una obra de calidad. Más bien todo lo contrario, la cercanía que
nos impone la pequeña sala, nos permite observar ese esfuerzo vocacional y
arriesgado, el sudor y los nervios que dan a la interpretación teatral su
verdadero sentido.
No sé si estos actores llevan muchos personajes a sus
espaldas, la verdad es que cualquiera diría que llevan toda una vida
interpretando. Saben moverse, sin que queden sus manos sin saber dónde posarse.
Saben expresar el dolor y la alegría, sin que por ello quede forzado el gesto.
Saben modular la voz, sin que nos resulte pomposa, algo frecuente entre algunos
actores teatrales.
Sobresalen, por su esfuerzo y
registros interpretativos los actores que doblan en personajes, como Santiago
T. Grech (funcionario y sacristán) y Jesús Pancorbo (ladrón de coches y
comisario). Viéndoles te preguntas qué personajes no serían capaces de
representar.
También nos sorprende la madurez
interpretativa de Fran Cantos que se enfrenta al protagonista Gennaro, con una gran cercanía y espontaneidad, consiguiendo
llevar todo el peso de la historia, convirtiéndose en el alter ego de cada uno
de los demás personajes. Su cordura y honradez emergen a veces con una chispa
dramática muy necesaria en este texto abundante de muerte, guerra y miseria.
Asunción, interpretada por
Carolina Herrera, bien podría haber sido la Loren o la Magnani, pero en este
caso le tocó darle a vida a una joven que no se quedó atrás y que supo llenar
el escenario.
Discúlpenme los demás actores, a
los que no puedo ponerles nombre, pero todos, desde el hijo díscolo, hasta la
joven hija atormentada por el abandono, sus amigas alocadas y con sed de
fiesta, la muchacha de carcajada muda que no sabe si está casada, el buscavidas mujeriego y la
maravillosa anciana que consigue el punto justo de una interpretación que
podría haber sido excesiva pero no lo es, todos digo…consiguen el
sobresaliente.
Paco Vidal ha conseguido algo
casi impensable, que es hacer magia teatral, conseguir con escasísimos medios,
representar una obra inmensa. No se necesitan grandes salas para ver buen
teatro y yo, ayer, en la Sala Tu fue precisamente lo que vi: TEATRO.
Acudan sin pueden a ver NÁPOLES
MILLONARIA, merece la pena.