Las presentaciones son imprescindibles para hacer que un libro sea conocido y llegue a los lectores. Las librerías hacen un trabajo excepcional en este sentido y sin ellas los escritores y las editoriales nos sentiríamos desamparados. Este ritual que se realiza en cada publicación de un libro conlleva algo muy importante: el relacionarte con el lector. Y siempre es grato encontrarte con amigos a los que no ves, salvo en esas ocasiones, otros nuevos que se acercan a conocerte y que serán amigos desde entonces o los desconocidos que se sientan en las últimas filas y por timidez nunca llegan a hablarte pero al salir llevan algo de ti.
La presentación de Los ojos de Galdós en Madrid se presagiaba muy triste. El tiempo cambió en cuestión de una hora, empezó a llover y un frío serrano irrumpió de improviso. A pesar de ello la sala de la Librería Lé se llenó y tengo que decir (lo he dicho muchas veces) que me sigue conmoviendo cómo algunas personas son capaces de mantener la llama de la cultura viva arriesgándose a salir de casa, entre semana, con todas las ocupaciones que acaparamos diariamente, solo para hablar de literatura o de un libro en concreto.
Las instituciones poco hacen, cada vez menos, me consta. Pero los lectores libran esa batalla que las instituciones o los ministerios han perdido.
Por eso fue tan especial la presentación de Los ojos de Galdós en Madrid.
Os agradezco la asistencia a todos los que acudisteis a mi llamada. Todas las ausencias fueron justificadas y conmigo estuvieron igual aquellas personas que deseaban estar y no estuvieron.
Me sentí arropada. Gracias a la Librería Lé; a Eduardo Valero por esa brillante presentación; a Luis Verde, bisnieto de Galdós, por sus amables palabras, no sé si merecidas, hacia El último romántico; a Germán Gullón, porque es un privilegio que pueda o desee leerme. Especial cariño pongo en mi agradecimiento hacia mis amigas granadinas: Sara Estudillo que vino con una nueva lectora dentro de sí y a mi amiga Remedios Sánchez, por quedarse un poco más en Madrid y acompañarme. Esto solo lo hacen los buenos compañeros de letras.
Gracias a todos y a todas, a cada uno de vosotros.