En un receso de
mis vacaciones reflexiono sobre el estado actual del sector editorial. Observo
agradablemente que los lectores compran libros, quizás no tantos como
quisiéramos pero es que no hay nada que pueda compensar la inmensa oferta
editorial que encontramos en las librerías, plantas enteras de libros que nunca
llegarán a leerse o quizás, nunca debieron ser editados. Las playas están
llenas de lectores de novela, algunas históricas y eso me complace.
Todos hablamos
de la piratería y del daños que nos ha hecho (una realidad, no podemos volver
la vista a este problema) pero ¿qué hay del esfuerzo que deberían realizar
algunas editoriales para que esto mejore? ¿Por qué no nos tratan con cortesía a
quienes nos dedicamos a esto de forma profesional? Lo que sigue no lo saben los
lectores porque el inframundo en el que debemos deambular algunos de nosotros no
lo conoce nadie.
Tras de la
publicación de un libro hay meses de documentación, meses de reflexión y horas
dedicadas a perfeccionar escenas. Hay también correcciones de un texto de entre
400 a 500 páginas, un trabajo complicado y que se te hace eterno. Luego llega
el momento de ofrecerles tus manuscritos a las editoriales. Algunas tardan
entre nueve meses o un año en contestar, lo más normal es que no contesten si
no les ha gustado o acaso pongan alguna excusa con poco sentido.
Pero ¿qué ocurre
cuando decides entregar tus manuscritos a un agente literario? Ya puedes
asegurarte de que será un buen profesional porque si no, lo peor está por
llegar. Pueden pasar años oyendo promesas que no se cumplen y creyéndote
expectativas que nunca llegan. Los agentes literarios te exigen fidelidad y
confianza. Es un contrato de esclavitud literaria en donde ellos deciden por ti
considerando muy poco valiosa tu experiencia e imponiendo la suya con una
sorprendente soberbia.
He cancelado mi
contrato con una de estas agencias, después de tres años de infierno literario.
Vuelvo a tener mis manuscritos en mi poder sin que no hayamos conseguido nada
al respecto. Bueno, sí, que una editorial nos diera esperanzas y nos mantuviera
en vilo durante nueve meses para luego decidir que orientarían sus nuevas
publicaciones hacia mujeres protagonistas.
A lo largo de casi treinta y cinco años de
enviar manuscritos a editoriales y concursos en algunas me han discriminado por
ser mujer ( cosas que pasaban en los años ochenta) pero nunca me habían
discriminado por crear personajes masculinos desde la perspectiva de una mujer.
En fin, emprendo
una nueva vida, algo más cansada que otras veces de este mundo editorial
corrompido y sin corazón, pero remontaré.
Ahora tengo dos manuscritos que ofrecer, otro confeccionándose y dos más en proyección (con dos mujeres en primera plana). No sé si confiaré de nuevo en otra agente, sé que las hay muy buenas, el tiempo lo dirá.
Mientras tanto
podéis aprovecharos, que estoy en oferta.